Se extiende la piedra
y el pecho se arrodilla
las manos amamantan
hombro de piedra,
seno de vida
el alma se flexiona
hasta los tobillos
el ánimo se inclina
acompaña el espíritu
codo de olvido,
pubis de pecado
los cuerpos atardecen
los suspiros esquivan
cuellos de sangre,
piel de perfume
y rodilla con rodilla,
beso con labio
abdomen terciopelo
piedra blanca, piedra blanda
se encaprichan los corazones
con sonrisas de azúcar
hablan los cuerpos, respiran las mentes
la piedra se abre
yo, mirra y sol.
viernes
apología
Ya conocemos las virtudes del dulce de leche, ya reconocimos el ingenio en creaciones tan disímiles como la birome y las huellas digitales. Aunque a la mayoría se le pase por alto, nos enorgullecemos frente a la investigación sobre los anticuerpos monoclonales, ya que ese descubrimiento también, lleva, imborrable, el sello nacional.
No obstante, permanece oculto, rezagado, un genial invento, que debería ocupar el centro de la escena, un merecido lugar de reconocimiento. Tal vez algunos ya sospechen a lo que estoy haciendo referencia. Sí, señores, estoy hablando del fabuloso y genial binomio del Queso y Dulce. Aquella combinación inigualable de sabores opuestos como lo dulce y lo salado. Esa ancestral alquimia que calma la más terrible de las ansiedades.
Ahora bien, quienes no conocen ni probaron aún tal delicioso invento y se dignen a experimentarlo deberán saber que se lo suele encontrar en dos variedades. Queso fresco y dulce de membrillo, también conocido como “Postre Martín Fierro”, o queso fresco y dulce de batata, también llamado como “Postre Vigilante”. Si me apuran un poco, debo confesar que me inclino hacia la última opción.
Pero quiero destacar sobre todo el placer concomitante a la experiencia de comer este delicioso postre. Me refiero a la necesidad de mancharse y pegotearse los dedos, de “enchapetarse”, como dirían mis antepasados turcos. Porque después de todo, hay que tomar contacto con la comida apelando a todos nuestros órganos y nuestros sentidos.
Y hablando de antepasados, deseo rescatar esa sana cualidad proveniente de la cultura gastronómica española e italiana: el sabor de lo simple -si puede decirse tal cosa. Una justa elección de los elementos apropiados para preparar las comidas. Muy a lo lejos de aquellas bazofias inglesas llenas de especias sin sentido.
Por eso, rescato ese algo cremoso, ácido y dulce, con esa única textura, que logran ese placer que nos remontan a las mesas familiares de algún verano porteño, donde un padre le ofrece a su inexperimentado hijo uno de los pequeños secretos, que constituyen –luego de tanta interpretación- la sal de la vida.
No obstante, permanece oculto, rezagado, un genial invento, que debería ocupar el centro de la escena, un merecido lugar de reconocimiento. Tal vez algunos ya sospechen a lo que estoy haciendo referencia. Sí, señores, estoy hablando del fabuloso y genial binomio del Queso y Dulce. Aquella combinación inigualable de sabores opuestos como lo dulce y lo salado. Esa ancestral alquimia que calma la más terrible de las ansiedades.
Ahora bien, quienes no conocen ni probaron aún tal delicioso invento y se dignen a experimentarlo deberán saber que se lo suele encontrar en dos variedades. Queso fresco y dulce de membrillo, también conocido como “Postre Martín Fierro”, o queso fresco y dulce de batata, también llamado como “Postre Vigilante”. Si me apuran un poco, debo confesar que me inclino hacia la última opción.
Pero quiero destacar sobre todo el placer concomitante a la experiencia de comer este delicioso postre. Me refiero a la necesidad de mancharse y pegotearse los dedos, de “enchapetarse”, como dirían mis antepasados turcos. Porque después de todo, hay que tomar contacto con la comida apelando a todos nuestros órganos y nuestros sentidos.
Y hablando de antepasados, deseo rescatar esa sana cualidad proveniente de la cultura gastronómica española e italiana: el sabor de lo simple -si puede decirse tal cosa. Una justa elección de los elementos apropiados para preparar las comidas. Muy a lo lejos de aquellas bazofias inglesas llenas de especias sin sentido.
Por eso, rescato ese algo cremoso, ácido y dulce, con esa única textura, que logran ese placer que nos remontan a las mesas familiares de algún verano porteño, donde un padre le ofrece a su inexperimentado hijo uno de los pequeños secretos, que constituyen –luego de tanta interpretación- la sal de la vida.
del mar
no importa
estoy sobre el océano
el mar me atrae, revuelvo las costas / las rocas vuelan
y camino boca abajo al cielo / siento venir la marea
la ola me lleva a tantos lugares, sigo ahí cuando
arena cae y estoy ahí para pasar
luego me sumerjo y voy a otro lugar
unas estrellas me tocan / voy con ellas / sirenas / no vuelvo
me envuelvo con la bruma. la espuma de mar me sostiene
no caigo, confío en el mar
y vuelvo a volar conmigo. no llevo periódico. solo alas
es normal ser ligero cuando el azul rodea
si cerrás los ojos seguís viendo corales / arrecifes
solo puedo ir hacia ellos. cuando sopla la brisa viajo nuevamente hacia mí
y no me protejo. abro puertas / dejo mi ser entrar
comenzar una ola para seguir con la que viene
y no juzgarlas ya que son todas hermosas
la ostra, el muelle, la bahía son bellos
ellos se tienen solo y yo miro a gusto
porque me envuelven en frazadas tibias / sábanas caen de arriba hacia abajo / no miro
y no importa si soy celeste, azul, verde o azulado
entiendo la marea. ella siempre es. y no hay más
solo tierra y luz / pluma y roca / sol y luciérnaga
solo los cangrejos caminan
solo el caracol calla
solo la medusa escapa
solo el escorpión se esconde
nada más menos. eso así
confiar en el mar es pensar esperanza
tratar de estar es dejarse llevar y volver
pensar es recordar
volver hacia sí no es llamar a otro / siempre habrá alguien esperando el alba
cuando vueles, recuerda no olvidar
y llegar y llegar / siempre / es posible ?
entiendo el engaño ?
no importa
luciérnaga, luciérnaga
estoy sobre el océano
el mar me atrae, revuelvo las costas / las rocas vuelan
y camino boca abajo al cielo / siento venir la marea
la ola me lleva a tantos lugares, sigo ahí cuando
arena cae y estoy ahí para pasar
luego me sumerjo y voy a otro lugar
unas estrellas me tocan / voy con ellas / sirenas / no vuelvo
me envuelvo con la bruma. la espuma de mar me sostiene
no caigo, confío en el mar
y vuelvo a volar conmigo. no llevo periódico. solo alas
es normal ser ligero cuando el azul rodea
si cerrás los ojos seguís viendo corales / arrecifes
solo puedo ir hacia ellos. cuando sopla la brisa viajo nuevamente hacia mí
y no me protejo. abro puertas / dejo mi ser entrar
comenzar una ola para seguir con la que viene
y no juzgarlas ya que son todas hermosas
la ostra, el muelle, la bahía son bellos
ellos se tienen solo y yo miro a gusto
porque me envuelven en frazadas tibias / sábanas caen de arriba hacia abajo / no miro
y no importa si soy celeste, azul, verde o azulado
entiendo la marea. ella siempre es. y no hay más
solo tierra y luz / pluma y roca / sol y luciérnaga
solo los cangrejos caminan
solo el caracol calla
solo la medusa escapa
solo el escorpión se esconde
nada más menos. eso así
confiar en el mar es pensar esperanza
tratar de estar es dejarse llevar y volver
pensar es recordar
volver hacia sí no es llamar a otro / siempre habrá alguien esperando el alba
cuando vueles, recuerda no olvidar
y llegar y llegar / siempre / es posible ?
entiendo el engaño ?
no importa
luciérnaga, luciérnaga
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