sentados en los asientos de un avión con mi hermana
de noche,
hace frío
y sólo se escucha el leve zumbido de las turbinas
la mayoría de las personas duerme
algunos leen un libro, algunos completan crucigramas, iluminados por la tenue luz que cada pasajero dispone en el techo de la cabina
pronto llegará la cena y uno no sabe qué habrá de rico
por eso mismo no quiero quedarme dormido
quiero probar la sorpresa que llegará en cualquier instante
tal vez sea carne, tal vez sea pollo, tal vez sea pasta
mis padres se sientan en la fila de adelante
y en un momento
mi padre se incorpora en su asiento y se da vuelta,
mirándonos
está mascando un chicle para impedir que sus oídos se tapen debido al continuo cambio de la presión del aire
parece relajado, contento, feliz
parece estable,
no parece ansioso. y eso es raro
y nos dice que en breve llegaremos a la ciudad determinada
en donde tal vez debamos hacer un transbordo a un segundo avión
que sí nos llevará a nuestro destino elegido.
en ese momento, en el cual mi padre se da vuelta para indicarnos que todo va bien, me sentí feliz
y en aquellos momentos,
de noches a bordo de aviones
de conexiones y caminatas de ensueño por aeropuertos semi-desiertos
durante la noche,
trasnoche
y madrugada
sentí a mi familia más unida que nunca,
unida en un mismo propósito,
con una misma meta.