martes

Pérez

Pérez nunca salía. Se quedaba todos los días y noches en su casa. Se limitaba a pasar las horas reordenando su cuarto, hojeando algún libro o hablando en voz alta.

Como vivía solo generalmente mantenía conversaciones con él mismo para recordar la sonoridad de la voz humana.

Pérez no tenía obligación de salir de su hogar ya que tenía cubiertas todas sus necesidades básicas: trabajaba a distancia desde su casa y pedía todo lo necesario por correo o Internet.

Parecería que Pérez se podía trasladar siempre y cuando fuese dentro del perímetro de su propiedad.

Tenía noticias del mundo a través de los diarios, la radio o la televisión pero no mantenía ningún contacto real con otro ser humano.

Pérez tenía intenciones de salir pero existía algo que lo retenía. Sentía desde hacía un tiempo que algo no andaba bien. Con el tiempo empezó a perder el rastro de lo que sucedía en el exterior.

Entonces, con el lento pasar de sus horas, Pérez comenzó a relacionarse con otro tipo de realidad. Comenzó a sentir que algo se había generado. Empezó a entender cosas que nunca había pensado.

Pérez se fue elevando hasta transformarse en ente. Ahora, se mantiene en el aire, impávido, como la niebla que vive sobre los pantanos.