sábado

crónica urbana

El 10 de junio pasado por la noche volví de la facultad en el cotidiano colectivo línea 71 sentado a la derecha de una señora de lo más interesante que jugaba con sus sobrinas y les proponía todo tipo de adivinanzas y juego de palabras.
Además, se comunicaba con sus sobrinas a través del sistema de señas que utilizan los sordomudos.
También, en una de las adivinanzas participé. La tía dijo, “Sangre de cristo, corona de rey”. Dijo, como pista, que se trataba de una fruta. “La granada”, contesté yo. Y acerté. Me puso feliz que hubiera gente que se divirtiera con la inteligencia, los juegos de palabras y el buen significado de las mismas.

Esta narración tiene que ver con otro encuentro especial que tuve en los medios de transporte urbanos. Fue hace varias semanas, regresando del entrenamiento de IBM en el centro. Me estaba por sentar pero también había otra chica que estaba en la misma distancia al asiento que yo. Estábamos en el subte. Y me dice “Sentáte... ¿Por qué siempre los hombres deben ceder el asiento?”. Entonces, le hice caso y me senté. Luego, tras haberme sentado, empezó a cantar muy por lo bajo una especie de melodía que, verdaderamente me atrajo mucho.
Ahora, con un poco de distancia, me hace pensar en el reino animal, donde el canto de una hembra avisa a los otros machos que se encuentra disponible para ser apareada.
Recuerdo que la chica llevaba una remera ceñida al cuerpo y una bufanda violeta o de un color parecido, aunque durante dicho día no había hecho frío. Luego, cuando la persona que se encontraba a mi izquierda salió del subte. Ella se sentó al lado mío. Y sacó una carpeta con distintos dibujos y se puso a dibujar uno.
Era una cara de una mujer que se asemejaba mucho a la cara de una medusa. Estuve un rato sin decir nada. Ya al llegar a la estación terminal, Los Incas, me animé y le dije “Parece una medusa”. Y me contestó algo como: “Me alegro de que te hayas dado cuenta. Un amigo me dijo: parece un alien pero tenés que hacer una medusa”. Nos bajamos los dos y mi forma de despedirme fue decir “Suerte con la medusa”. Ella contestó “Suerte con los asientos”.

En definitiva, doy gracias a los encuentros de esta especie. A las mujeres que juegan inteligentemente con el lenguaje y a las mujeres que les cantan a los hombres.

Adiós, querido lector.