I
Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto
Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto.
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.
Mi corazón estoy elaborando:
ordeno sufrimiento a su medida,
educo al odio al amor lo mando.
Me autorizo a morir sólo de vida.
Me olvidarán sin duda, pero cuando
mi enterrado capricho lo decida.
II
Me siento responsable del rocío
por mi culpa la piedra está callada,
comparto la velocidad del río
tengo la obligación de la alborada
Me importa demasiado el mundo, ansío
su condición de lágrima y espada
Nada sucede en su transcurso, nada
que no pase primero por el mío.
Sepan que por el viento me suicido,
que me atribuyo el mar y que concedo
a un tribunal de lluvia mi latido.
Asumo el día y cumplo sus deberes.
Vivo la ira de los hombres, puedo
amar con el corazón de las mujeres.
III
-Pájaros , necesito con urgencia
disimular mi nada . Necesito
ser la continuación de mi presencia,
sobrevivir en desatado grito.
Me da vergüenza el infinito,
me humilla la sagrada permanencia.
Queriendo desafiarlas me repito
en obras de amorosa trascendencia.
Canto, desesperadamente, canto
con voz de tinta y letra de agonía.
rota por dentro, loca por fuera.
Me duele ya la eternidad de tanto
predecir con furiosa rebeldía:
-“Mañana cantará mi calavera ”.
M.E.W
viernes
De mis tiempos
En mis tiempos había tiempo. Recuerdo bien que por ejemplo la higuera derramaba esparcimiento y una rosa nos durabamucho más que cualquier empleo. Por otra parte las siestas se pedían prestadas a la muerte.
Quizás el tiempo era como las frutas, se regalaba a los vecinos después de verlo madurar. Se compartía en las veredas, entre abanicos y señoresde sosegada camiseta, mientras parsimoniosamente iban escobas y venían amontonándolo como importante. Y la eternidad, sentadita en su silla de paja, porque sí.
Es que era siempre tan temprano y tan segura la abundancia, la inundación de treguas oportunas, que se guardaba el tiempo en los sombreros y un día se lo derrochaba todo en un solo saludo, saludando.
Uno viajaba en libro a todas partesy visitaba diferentes ocios: el de al lado, el de enfrente, el de las tías. No se había inventado el maleficio de la prisa, no.De ninguna manera. Los espejos esperaban de sobra que uno peinara su pausado pelo, que uno se terminara de encontrar.
El tiempo era un perfume y no venía nadie a medirlo ni guardarlo en cajas. Los trenes todo lo que hacían era aludirlo en los horarios.
Se podía llorar a gusto porque eran lentos los rincones, o quizás porque había aún macetas donde depositar una lágrima sin que las flores se opusieran. 0 porque la llovizna hablaba en un idioma sin resentimiento.
Todos usaban tiempo y lo perdíamos, cómplices de su lujosa concurrencia, y hasta el hastío era un modo de ser de los balcones que enternecía delicadamente.
Creo que todavía queda un poco de tiempo verdadero, pero lejos. Pero muy lejos, en algunos patios, refugiado en aljibes.
Se queda todavía en niños solos que reinan sobre umbrales y en la lustrada majestad del gato. Supongo, ya no sé, nada sabemos.
Tiempo sin ser castigo. Yo llegué a conocerlo: está enterrado en lo más vivo de mi corazón.
Después vinieron los Relojes.
Quizás el tiempo era como las frutas, se regalaba a los vecinos después de verlo madurar. Se compartía en las veredas, entre abanicos y señoresde sosegada camiseta, mientras parsimoniosamente iban escobas y venían amontonándolo como importante. Y la eternidad, sentadita en su silla de paja, porque sí.
Es que era siempre tan temprano y tan segura la abundancia, la inundación de treguas oportunas, que se guardaba el tiempo en los sombreros y un día se lo derrochaba todo en un solo saludo, saludando.
Uno viajaba en libro a todas partesy visitaba diferentes ocios: el de al lado, el de enfrente, el de las tías. No se había inventado el maleficio de la prisa, no.De ninguna manera. Los espejos esperaban de sobra que uno peinara su pausado pelo, que uno se terminara de encontrar.
El tiempo era un perfume y no venía nadie a medirlo ni guardarlo en cajas. Los trenes todo lo que hacían era aludirlo en los horarios.
Se podía llorar a gusto porque eran lentos los rincones, o quizás porque había aún macetas donde depositar una lágrima sin que las flores se opusieran. 0 porque la llovizna hablaba en un idioma sin resentimiento.
Todos usaban tiempo y lo perdíamos, cómplices de su lujosa concurrencia, y hasta el hastío era un modo de ser de los balcones que enternecía delicadamente.
Creo que todavía queda un poco de tiempo verdadero, pero lejos. Pero muy lejos, en algunos patios, refugiado en aljibes.
Se queda todavía en niños solos que reinan sobre umbrales y en la lustrada majestad del gato. Supongo, ya no sé, nada sabemos.
Tiempo sin ser castigo. Yo llegué a conocerlo: está enterrado en lo más vivo de mi corazón.
Después vinieron los Relojes.
M.E.W
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